Arrancan los instrumentos de cuerda; suaves, dramáticos,
profundos. Los arcos navegan sobre los violonchelos mientras los fornidos hilos
de los contrabajos son pulsados por ágiles dedos. Los violines, como caballitos
de mar, cabalgan en las aguas de la melancolía. Trompetas y oboes duermen arrullados
por una música que eleva el alma por encima de los cuerpos. El tercer
movimiento de la sinfonía número 3 de Brahms hace vibrar las más íntimas fibras
del espíritu.
Entran los fagots, clarinetes y flautas destilando invisibles
lágrimas. Sus notas se entrecruzan componiendo una melodía única. Es la agonía
sublimada en arte.
Los violines callan, para asomar después anunciando la
llegada de las violas; mas apenas han arribado vuelven a alejarse como olas que
vienen y huyen para regresar de nuevo. Al fin, aquietadas, ofrendan al aire sus
suaves caricias.
Ahora son los clarinetes los que tímidos se intercalan con las
flautas.
Se hace el silencio, leve y eterno. Un silencio que lo llena
todo, y tensa la emoción suspendiéndola de la nada para dejarla arrebatada como
una hoja mecida por el viento con la oscilante nota de una trompa solitaria y
límpida.
Tornan los oboes y fagots a mecer el alma, mientras los
contrabajos laten cordiales y violines, violas y violonchelos navegan cual
barquitos de papel sobre las aguas de un arroyo.
Los vientos, serpenteantes, hipnotizan la mente para que el
corazón no se desboque, acallando las cuerdas, deteniendo los arcos. Pero pronto
una pasión arrebatadora emerge de nuevo y todos los instrumentos arrojan notas
dispares que se conjugan en una armonía única y embriagadora.
El alma toda padece, pero ama ese sufrimiento porque es
vida, y verdad, y locura que estalla en las entrañas. Y cuando parece que un
éxtasis nos va a arrancar de la carne, de nuevo se aquietan las notas, casi
fúnebres, dejando oír tan sólo un suave palpitar.
Al fin quedan todas flotando en un aliento que acaba por
extinguirse. La sinfonía número 3 ha concluido.
La belleza no es igualitaria, sino armónica. Cada
instrumento cumple su papel y sólo alcanza su plenitud cuando coopera. No es
más la trompa por usurpar las notas de la viola, o la flauta por intensificar
su sonido por encima de los demás. Sólo sosteniéndose unos a otros, buscando no
pisarse ni esconderse, compartiendo una misma meta en la diferencia se puede
alcanzar la perfección.
El ritmo único, monótono, igualitario, es el que marca el tambor
en las galeras. Pero eso no es música, ni eleva, ni engrandece, sino que es disciplina tiránica y
ciega, como la que el martillo impone sobre el clavo.
Tampoco la estridencia desacompasada ensancha el alma, muy al contrario la arrastra hacia la locura, y de un tipo tal que puede
llevar a implorar la dictadura del golpe monótono e implacable para liberarse de
perder la cordura.
Quizá deberíamos volver a los primeros principios. La parte
no es el todo, el todo no es la parte. Todos los hombres no somos iguales, pero
cada uno de nosotros somos necesarios. Se es más cuando se sirve más. Sólo se
avanza si compartimos metas y éstas son constructivas y claras.
Eso me ha enseñado Brahms, el hijo de un contrabajista que
compuso conmovedoras sonatas.
Meraviglioso! Condivido ogni parola.
ResponderEliminarUn grande abbraccio
Brahms suena casi tan bien como la lengua italiana.
EliminarUn abbraccio
Mi amado Brahms. Cuando lo conoces te enamoras de él.
ResponderEliminarEs que echa los tejos en cada nota.
EliminarMaravilloso!!!!.
ResponderEliminarMe encanta Brahms.
Y tu forma de expresarlo.
Un fuerte abrazo.
Amalia, cambio de "look"; pero qué guapa.
EliminarCuanto he bailado con su maravillosa música en mis años de danza!! :)
ResponderEliminarGracias por traerme tantos recuerdos,un cariñoso saludo :)
Belén, anda que no te queda carrete a ti para bailar a Brahms y a todo lo que se ponga por delante. Un abrazo.
EliminarUn abrazo, Rafa, amigo. http://picandovoy.blogspot.com.es/2011/02/tercer-movimiento-de-la-tercera.html
ResponderEliminar¡Qué bueno!, no había leído esa entrada. Y qué bien escribes, sinvergüenza.
EliminarDe lo de Twitter. ¿Te quieres creer que era reacio a dejarme ver por Internet y ya tengo un blog, un canal de Youtube, una cuenta de Facebook...? Cada vez que pienso en replegarme me lío más. En fin, Nicolás, que Dios dirá.
Un abrazo.
Es que los hijos de los contrabandistas salen muy conmovedores.
ResponderEliminarDe los contrabandistas de notas, Alciato.
EliminarTe echamos de menos en Navidad. Nos acompañó el abuelo desde su pedestal. Igual ya tenías noticias.
Un abrazo.
Rafa, ¿cuándo abrirás una cuenta en Twitter? :)
ResponderEliminar