jueves, 5 de febrero de 2015

Lo que me ha enseñado Brahms



Arrancan los instrumentos de cuerda; suaves, dramáticos, profundos. Los arcos navegan sobre los violonchelos mientras los fornidos hilos de los contrabajos son pulsados por ágiles dedos. Los violines, como caballitos de mar, cabalgan en las aguas de la melancolía. Trompetas y oboes duermen arrullados por una música que eleva el alma por encima de los cuerpos. El tercer movimiento de la sinfonía número 3 de Brahms hace vibrar las más íntimas fibras del espíritu.

Entran los fagots, clarinetes y flautas destilando invisibles lágrimas. Sus notas se entrecruzan componiendo una melodía única. Es la agonía sublimada en arte.

Los violines callan, para asomar después anunciando la llegada de las violas; mas apenas han arribado vuelven a alejarse como olas que vienen y huyen para regresar de nuevo. Al fin, aquietadas, ofrendan al aire sus suaves caricias.

Ahora son los clarinetes los que tímidos se intercalan con las flautas.

Se hace el silencio, leve y eterno. Un silencio que lo llena todo, y tensa la emoción suspendiéndola de la nada para dejarla arrebatada como una hoja mecida por el viento con la oscilante nota de una trompa solitaria y límpida.

Tornan los oboes y fagots a mecer el alma, mientras los contrabajos laten cordiales y violines, violas y violonchelos navegan cual barquitos de papel sobre las aguas de un arroyo.

Los vientos, serpenteantes, hipnotizan la mente para que el corazón no se desboque, acallando las cuerdas, deteniendo los arcos. Pero pronto una pasión arrebatadora emerge de nuevo y todos los instrumentos arrojan notas dispares que se conjugan en una armonía única y embriagadora.

El alma toda padece, pero ama ese sufrimiento porque es vida, y verdad, y locura que estalla en las entrañas. Y cuando parece que un éxtasis nos va a arrancar de la carne, de nuevo se aquietan las notas, casi fúnebres, dejando oír tan sólo un suave palpitar.

Al fin quedan todas flotando en un aliento que acaba por extinguirse. La sinfonía número 3 ha concluido.

La belleza no es igualitaria, sino armónica. Cada instrumento cumple su papel y sólo alcanza su plenitud cuando coopera. No es más la trompa por usurpar las notas de la viola, o la flauta por intensificar su sonido por encima de los demás. Sólo sosteniéndose unos a otros, buscando no pisarse ni esconderse, compartiendo una misma meta en la diferencia se puede alcanzar la perfección.

El ritmo único, monótono, igualitario, es el que marca el tambor en las galeras. Pero eso no es música, ni eleva, ni engrandece, sino que es disciplina tiránica y ciega, como la que el martillo impone sobre el clavo.

Tampoco la estridencia desacompasada ensancha el alma, muy al contrario la arrastra hacia la locura, y de un tipo tal que puede llevar a implorar la dictadura del golpe monótono e implacable para liberarse de perder la cordura.

Quizá deberíamos volver a los primeros principios. La parte no es el todo, el todo no es la parte. Todos los hombres no somos iguales, pero cada uno de nosotros somos necesarios. Se es más cuando se sirve más. Sólo se avanza si compartimos metas y éstas son constructivas y claras.


Eso me ha enseñado Brahms, el hijo de un contrabajista que compuso conmovedoras sonatas.


13 comentarios:

  1. Meraviglioso! Condivido ogni parola.
    Un grande abbraccio

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Brahms suena casi tan bien como la lengua italiana.

      Un abbraccio

      Eliminar
  2. Mi amado Brahms. Cuando lo conoces te enamoras de él.

    ResponderEliminar
  3. Maravilloso!!!!.
    Me encanta Brahms.
    Y tu forma de expresarlo.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Cuanto he bailado con su maravillosa música en mis años de danza!! :)
    Gracias por traerme tantos recuerdos,un cariñoso saludo :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Belén, anda que no te queda carrete a ti para bailar a Brahms y a todo lo que se ponga por delante. Un abrazo.

      Eliminar
  5. Un abrazo, Rafa, amigo. http://picandovoy.blogspot.com.es/2011/02/tercer-movimiento-de-la-tercera.html

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Qué bueno!, no había leído esa entrada. Y qué bien escribes, sinvergüenza.

      De lo de Twitter. ¿Te quieres creer que era reacio a dejarme ver por Internet y ya tengo un blog, un canal de Youtube, una cuenta de Facebook...? Cada vez que pienso en replegarme me lío más. En fin, Nicolás, que Dios dirá.

      Un abrazo.

      Eliminar
  6. Es que los hijos de los contrabandistas salen muy conmovedores.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De los contrabandistas de notas, Alciato.

      Te echamos de menos en Navidad. Nos acompañó el abuelo desde su pedestal. Igual ya tenías noticias.

      Un abrazo.

      Eliminar
  7. Rafa, ¿cuándo abrirás una cuenta en Twitter? :)

    ResponderEliminar