miércoles, 18 de abril de 2012
Periquitos alicortos
Se llama “Perico”, aunque previo a este le dimos otros nombres, como “Yellow” o “Gominola”. En la tienda me explicaron que había sido criado en cautividad junto con sus hermanos de nidada. Decidí adiestrarlo para que se posara en mi dedo y así poderlo sacar de la jaula. Al principio revoloteaba asustado en el recinto, pero poco a poco me fui haciendo con él.
El primer día que lo saqué su reacción fue la prevista; salió disparado agitando con apresuramiento las alas. Enseguida se puso de manifiesto su incapacidad para volar. No sabía usar las plumas timoneras, lo que le llevaba a chocar con los muebles o con el techo. Además, sus alas eran demasiado cortas y se fatigaba enseguida. No había tenido la oportunidad de desarrollarse como era debido. Confieso que me dio lástima. Un ave que no sabe volar es un espectáculo cargado de patetismo.
De algún modo, también hay hombres y mujeres alicortos, con una inmadurez pasmosa. Se han acostumbrado a recibir su ración de alpiste y protección de forma continua, de modo que sus alas están atrofiadas, disminuidas. No pueden sacar adelante ningún proyecto que requiera una mínima constancia y determinación. No tienen iniciativa, ni ideas propias, ni siquiera saben lo que en realidad quieren.
Históricamente la educación consistía en ayudar a madurar a los niños y jóvenes. Se trataba de que fuesen ganando en autonomía y recursos para llegar a tomar las riendas de su vida. Esto sólo se logra poniendo en ejercicio con una palabra que hoy es tabú: sacrificio.
En la actualidad nos encontramos con padres y educadores que caminan en la dirección opuesta. Al “niño” hay que darle todo hecho, aunque tenga treinta años y un vigor infinitamente superior al de sus progenitores. Así, veremos a los “papás” disculpando al hombretón de sus golferías y negligencias como si hablasen de una criatura de cuatro años. Les harán todas las gestiones habidas y por haber porque el “niño” no tiene tiempo, no sabe, o no pude. Y claro, por ese camino nunca tendrá tiempo, ni sabrá, ni podrá. ¿A qué hora vendrás a cenar? ¿No te gusta? ¿Qué quieres que te prepare?
Hay casos en que “el pobre hijo” no encuentra trabajo... aunque tampoco lo busca. Se va de viaje por medio mundo con la novia, pero come a costa de los padres y no se mete en un compromiso estable ni atado (entre otras cosas porque se sabe incapaz). Los papás le hacen la renta, le buscan piso, le avalan la hipoteca (cuando no se la gestionan personalmente con los bancos), lo matriculan en la universidad, le planchan, cocinan, friegan, le piden hora para el médico...
Pero llega el día en que el pajarito irremediablemente tiene que echar a volar, y entonces comienza una sucesión de choques y fracasos que ponen de manifiesto su atrofia vital. Los verdaderos causantes se miran perplejos para decir sin entender: “¡Pobre chico! Si le hemos dado todo lo que estaba en nuestras manos. ¿Qué ha podido fallar?” Y, tras hacerse esta pregunta, se ponen de nuevo a la faena de limpiarle la brillante jaula y cambiarle el alpiste.
Buenos días Rafael. Más razón que un santo. Siempre me acuerdo de un documental,sí, uno de TVE2, donde una gata traía a los gatitos un ratoncillo medio sonado golpeteado para que ellos aprendieran a cazar. Bueno, Dios se fija en la gallina que guarda a sus polluelos bajo sus alas, sin duda sabe que estamos expuestos a golpes mortales que pueden definitivamente alejarnos de la luz el sol. La gata seguro que descansa tranquila, ha hecho lo que se espera.Dios también y por eso no nos libra de ser tentados sino de caer en ella y del astuto homicida mentiroso enemigo Maligno.Un abrazo.
ResponderEliminarHola Rafael, si a los periquitos les enseñas a volar mucho, en cuanto pueden se escapan por la ventana y ya no los vuelves a ver. (Eso nos pasó a nosotros) Supongo que a los hijos habría que hacer algo parecido, pero al menos que vengan a comer el fin de semana. Un abrazo. Fernando.
ResponderEliminarPreciosa entrada.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Nip, pero no con Fernando.
Yo he criado muchísimos pájaros y animales porque soy muy animalera, y te aseguro que se educan mejor los animales que muchas personas; con algunas he acabado rindiéndome. Te pongo el enlace (http://capuchinodesilo.blogspot.com.es/2010/07/rosalinda-y-lugano.html) para que veas las suelta que tuvimos hace algunos años y la pareja de pájaros que salían en plena libertad y volvían a dormir diariamente.
Un besazo.
Se me olvidaba decirte que a los periquitos se les enseña, también, a hablar. Son como loritos.
ResponderEliminarUn beso.
Creo que me he equivocado al ponerte el enlace. Espero que sea este otro:
Eliminarhttp: http://capuchinodesilo.blogspot.com/2010/07/rosalinda-y-lugano.html
Excelente entrada, Rafael. Se les concede todo lo que quieren y por eso tienen una escala de valores tan mediocre. Es muy bonito obtener algo después de un gran esfuerzo pero a ellos,efectivamente, se les da todo hecho. Después vienen las lamentaciones...Un beso.
ResponderEliminarPues en esas reflexiones diarias me encuentro. Eso de volar los hijos, ... Pero hay que dejarlos.
ResponderEliminarA ver si te dura más que mis mandarines que vivieron solo dos meses.
Uno se largó, en cuanto pudo.
Rafael, describes muy bien la inmadurez de los 'nuevos adultos'. Precisamente vengo del blog de Salvador donde le comentaba el infantilismo en el que se educa hoy a los hijos. No en el sacrificio y el esfuerzo, sino en el querer todo y quererlo cuánto antes, sin compromiso, por supuesto.
ResponderEliminarL'egoismo chiude in gabbia, l'amore insegna a volare!
ResponderEliminarGrazie per questo bel post.
Un forte abbraccio
Me parece de una claridad meridiana, tu entrada. Los padres tenemos mucho que ver en el vuelo de nuestros hijos, somos la única especie animal en la que dura tanto el procurarse la independencia.
EliminarXtobefree, así que eres tú el que ve los documentales de la 2. ¡Por fin al descubierto! Un abrazo.
ResponderEliminarFernando, no te imaginaba como cetrero de periquitos. Tu nombre de guerra debe ser "el emancipador". Un fuerte abrazo.
Capuchino, me ha parecido muy interesante tu entrada. Las especies predadoras sociales tienen inhibidores de la agresividad que les llevan a no matarse, aunque establezcan la jerarquía mediante el combate. Por ejemplo, el lobo derrotado ofrece el cuello al vencedor, que simplemente pone su boca sobre el sometido. Sin embargo dos perdices machos juntas en un pequeño recinto, pueden picarse hasta matarse, porque no son predadoras y en la naturaleza con dos picotazos dejan el tema resuelto y se va cada una por su lado. El caso de Lúgano es muy ejemplificador de esto.
Vaya rollo he metido. De todos modos, hay que tener cuidado con la suelta de las aves no autóctonas, porque se pueden convertir en especies invasoras que acaben con las especies propias del lugar. En Zaragoza empieza a ser difícil ver gorriones, pues han sido desplazados por las cotorras argentinas. Acojo tu besazo encantado y agradecido.
Amalia, a veces olvidamos que no es lo mismo ir a una tienda y comprar la medalla más bonita, que competir y tras un gran esfuerzo llevar a casa la medalla de bronce. Otro para ti.
Ángelo, ¡qué les haríais a los mandarines! Uno se largo, ¿y el otro...?
Eligelavida, pues es verdad. El problema es que nadie da lo que no tiene, y unos padres inmaduros no pueden imprimir carácter a sus hijos. Un abrazo y enhorabuena por ese blog. Un sólo chasquido es capaz de romper con el silencio del miedo.
Martina, ¡qué bonito! El egoísmo nos encierra en una jaula, y el amor nos enseña a volar. La verdad es bella.
Tracy, a veces somos la única especie animal verdaderamente animal.
Complimenti, traduzione perfetta!
EliminarMe ha encantado tu entrada de hoy, Rafael...¡creía que se trataba de una anécdota casera y me he encontrado con una magnífica reflexión en toda regla!. Tienes toda la razón. Es un tema delicado porque los padres en su afán por darle al hijo aquello que ellos no tuvieron le niegan lo fundamental: aprender a ser CAPAZ, capaz de vivir con autonomía y responsablemente.
ResponderEliminarCasualmente, estoy leyendo un libro que tiene mucho que ver con lo que dices; lo cogí el otro dia en la biblioteca de Aragón y lo llevo conmigo para mis ratos de ocio en el bus, se titula "Con ganas, ganas. Del esfuerzo a la plenitud" y es de Santiago Álvarez de Mon. Un libro muy interesante. Un abrazo.
Teresa, veo que también aprovechas la Biblioteca de Aragón a tope. ¡A ver cuándo nos encontramos!
ResponderEliminarLo que comentas me trae a la memoria tres claves que se dan en algunos cursos de dirección de equipos y que valen perfectamente para cualquier formador: HACER, HACER HACER, y DEJAR HACER.
Otro abrazo para ti.
Uno de mis mejores amigos es alicorto, un golfo y un cierrabares...
ResponderEliminarRezo por él...
Saludos sin ademán.
Manonegra, conociéndote, estoy seguro de que no dejarás al cierrabares sólo, no vaya a ser que se pierda en sus vuelos nocturnos. Sois como Harry Potter pero con una jarra de cerveza en la mano y teniendo visiones igual de borrosas.
ResponderEliminarUn abrazo impávido ante los elementos.