miércoles, 6 de abril de 2011

Me lo contó mi amigo Mazoski


Me lo contó mi amigo Mazoski, frustrado productor teatral, recién jubilado de banca, y golfo irredento. La noticia es de primera mano, pues fue amigo del desgraciado toxicómano causante involuntario de aquellos acontecimientos.

Sucedió hace ya unos cuantos años. La anciana viuda recogía su casa cuando alguien llamó a la entrada. Con la pausa de quien ya nada espera, abrió la puerta y se encontró frente a un hombre de aspecto rudo. El recién llegado saludó lacónicamente y preguntó por el hijo de la mujer. Le explicó que había sido compañero de presidio y que acababa de salir del talego. Durante todo el tiempo que estuvieron entre rejas habían sido como hermanos.

La solitaria mujer, conteniendo un sollozo, le respondió que su vástago había fallecido hacía unos meses a consecuencia de las drogas. El veneno que durante tanto tiempo devoró su voluntad acabó por matarlo.

El ex-convicto, acostumbrado a convivir con el lado más crudo de la realidad, sintió que el corazón se le encogía. Ver a la madre de su amigo de infortunio, viviendo en una mísera casa del casco viejo de Bilbao y sin más compañía que los recuerdos del hijo malogrado, le provocó un nudo en la garganta.

Dio media vuelta y casi sin despedirse bajó a buen paso por las escaleras.

Apenas diez minutos después volvió a sonar el timbre. La vieja acudió macilenta a la llamada para hallar de nuevo al antiguo compañero de su unigénito. Mirándola con serenidad, alargó la mano y le entregó una voluminosa bolsa.

- Esto es para usted. Siento mucho lo de su hijo, créame. Era mi mejor amigo.

Sin más palabras desapareció por donde había venido.

La mujer, sorprendida, cerró la puerta y fue a la sala de estar, para ver en qué consistía tan enigmático regalo. Cuando abrió la bolsa contempló asombrada una enorme cantidad de dinero. Un millón de las antiguas pesetas, para ser exactos, de cuando aquel importe enfajado en billetes verdes pesaba efectivamente un kilo.

No tardó en oír sonar las sirenas de la policía. Se había cometido un atraco en la cercana sucursal del Banco Bilbao y el ladrón se había escabullido por entre las callejuelas que configuran el corazón de la antigua villa vizcaína.

Ni corta ni perezosa, la anciana levantó por un lado el colchón de lana y metió debajo el singular obsequio.

Aquella fue su pensión de viudedad. Desde luego no se acercó ni por asomo a los tres millones de euros anuales (casi 500 millones de pesetas) que cobra el ex-consejero delegado del BBVA José Ignacio Goirigolzarri de forma vitalicia, pero un buen apaño sí le supuso.

Del generoso Robin Hood nunca más supo. Afortunadamente para él, al menos en aquella ocasión no lo trincaron, pues de lo contrario su libertad habría durado lo que la lumbre en un fósforo en medio de una corriente de aire.

8 comentarios:

  1. Es que los malos también tienen corazón.

    Un abrazo y feliz día.

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  2. ¡Qué pobreza! Viuda, el hijo muerto por la droga y sin recursos. ¡Qué miseria! con 1 kilo ajeno bajo el colchón. Un abrazo.

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  3. La medida de amar, es amar sin medida.Gracias por este compartir nosotros sólo miramos las apariencia pero Dios mira el corazón que Dios te bendiga mi querido hermano muy unidos en oración y un abrazo muy fuerte

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  4. Que historia más triste nos has traído hoy. Me hace reflexionar sobre la frase de "el fin no justifica los medios". ¿Y en este caso, lo justifica o no?.

    Un abrazo Rafael y me quedo con esa reflexión.

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  5. Me apunto al comentario de Capuchino: Los malos tb tienen corazón.
    Me impresiona sentir como cada persona es todo un mundo, con historias de amores y odios, de bondades y maldades, a veces incluso en extremos.
    Es algo que me choca muchísimo.
    Muy buena historia, grcias por compartirla

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  6. Glup. Yo he visto en el hospital llevar una anciana un millón de pesetas metido en una bolsa que llevaba con un imperdible en el refajo. Me tocó a mí contarlo antes de guardarlo en la caja fuerte.
    ¡Sigamos buscando los buenos corazones!

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  7. Vaya historia nos cuentas, estas noticias deberian de salir en la tele...
    Porque cuando te toca el corazón hacemos cosas heroicas, un abrazo

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  8. Capuchino, no acabo de ver eso de "los malos" como una categoría estable, aunque sí me sea evidente "el mal", que también anida en mí, por desgracia. Hay un dicho que dice algo así como que "mejor es equivocarse que no haberlo intentado". El que no actúa no yerra, pero también hay pecado de omisión.

    NIP, la viuda sí que era pobre, y aquella pobreza conmovió a alguien que no estuvo dispuesto a cruzarse de brazos. Que no era el camino, está claro. Pero al menos anduvo.

    Lourdes, estoy contigo. Dios mira el corazón.

    Chus, ciertamente el fin no justifica los medios. Lo que pasa es que cuando no se ha aprendido a hacer las cosas bien, ponerse en marcha para ayudar a alguien ya tiene su valor. ¿No te parece?

    Miriam, el agradecido soy yo. Muchas gracias por tus comentarios.

    Ángelo, si la mujer era de Bilbao y arrastraba un colchón, ¡ya la tenemos! Un abrazo.

    LAH, yo también veo el fondo de heroísmo que tuvo el atracador, por muy mal encauzado que lo tuviera. Acababa de salir de la cárcel. ¡Por fin era libre! Y se la jugó por ayudar a la madre de su amigo muerto. Soy y sombra, que dirían en los toros.

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