martes, 8 de febrero de 2011
El mejor periodista de 2011 se quedará sin premio
Con toda probabilidad, el mejor periodista de 2011 no ganará el Pulitzer. Es más, pese a su indudable mérito, su identidad ha pasado totalmente desapercibida a los propios medios de comunicación.
Pero antes de proseguir con él, me gustaría prestar atención a uno de los que obtuvieron el preciado galardón en 1993. Me refiero a Kevin Carter, autor de una fotografía que reflejaba de manera atroz y sobria el drama del hambre. Una niña escuálida, con la inflamación del vientre propia de la desnutrición, está inmóvil, de cuclillas, replegada sobre sí misma, sin fuerzas para erguirse, mientras a su espalda un buitre aguarda paciente el momento para devorarla.
Cuando se le hizo entrega del preciado galardón, los compañeros de profesión le preguntaron qué había sido de esa niña, qué había hecho por ella, a lo que el fotógrafo no supo qué responder, puesto que en realidad la había dejado allí abandonada a su suerte. Es decir, que el periodista había decidido no formar parte de la “suerte” de aquella criatura. Si Nietzsche afirmaba no ser un hombre, sino dinamita; con su actitud el periodista venía a decir que él tampoco era un hombre, sino un testigo gráfico. Hombres que se ven a sí mismos como los no-hombres. Cuerpos sin alma.
Unos meses después de recibir el premio, Carter se suicidó. No pudo resistir el despertar de su conciencia. La misma fotografía que le había llevado a la gloria, acabó por convertirse en su acusadora.
“Es la foto más importante de mi carrera, pero no estoy orgulloso de ella, no quiero ni verla, la odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la niña”.
Y ahora volvamos sobre quien en mi opinión podría considerarse el mejor periodista de 2011. He de comenzar por reconocer que desconozco su nombre, como he apuntado al principio, pero no su acción. Ha sido en Argel, país que ha vivido los ecos de los movimientos populares iniciados poco antes en Túnez. Un hombre, padre de tres hijos, se roció de gasolina y trató de prenderse fuego para quemarse a lo bonzo, como antes hicieran otras personas en distintos lugares del Magreb. Un policía y el mentado periodista acudieron rápidamente en su ayuda, consiguiendo salvar la vida del suicida. El periodista se olvidó de fotos e imágenes impactactes. Perdió su instantánea única, pero evitó una muerte horrible. (Noticia)
No fue el “testigo mudo” de la noticia, sino el salvador de un semejante. Carecemos de una imagen, pero ganamos un testimonio. Y viene a resultar que el concepto de “periodista” lejos de perder fuerza, se vigoriza al convertirse en lo que es: un adjetivo; hombre periodista. Hay una mirada tras la noticia, y manos, y corazón. No vivimos en un mundo maquinal, sino humano. Esto es lo que nos reconcilia con tan digna profesión.
Seguramente su nombre permanecerá en el anonimato para nosotros. Yo, por mi parte, le brindo el humilde reconocimiento de estas líneas. Enhorabuena y gracias.
Interesante reflexión. Esto es lo que pasa hoy en día, que hay demasiada gente que se limita a mirar, incluso a observar para relatar la realidad, pero sin involucrarse en ella. La historia de la fotografía del Pulitzer es impresionante...
ResponderEliminarRafael, como bien dices, on esa acción...todos ganamos un hombre pero también ganamos un periodista. No puede -no debería- desligarse la profesión de la persona, en caso contrario nos convertimos en autómatas. Estupenda reflexión, gracias por compartirla con nosotros. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Rafael por rendirle homenaje a un gran hombre y seguro que también gran periodista en el anonimato.
ResponderEliminarMe uno a tu reflexión.
La foto, horrible.
Hola Rafael. Es curioso observar que la misma llamada de la conciencia por alguna obra mala a unos le sirve para convertirse y cambiar de rumbo radicalmente y a otros,la oscuridad y la cobardía les lleva a la desesperación. Nuestra humanidad, Dios pleno encarnado, la vamos adquiriendo como hombres ejercitan el amor al hombre y los que odian acaban pareciéndose a otro padre.Un abrazo.
ResponderEliminarA veces me pregunto como se puede quedar uno impasible ante según y que hechos...como uno puede optar por no intervenir cuando lo que esta en juego es la vida de otro...no creo que haya premio más grande en este mundo que saber que otro vive porque uno no se quedo mirando, ni quieto, ni esperando a que otro sea el que actue...
ResponderEliminarMe uno a tu homenaje a este periodista anónimo.
Un abrazo.
Hola Rafael, no conocía las historias sí la fotografía. Todos nos equivocamos, a veces para darnos cuenta que podemos ser mejor personas. Un abrazo. Fernando.
ResponderEliminarEs gratificante saber que han concedido el premio a ese periodista por su acción.
ResponderEliminarActualmente que el periodista (paparazzi sobre todo) parece que está escusado por desempeñar su profesión de manera indigna y utilitarista porque tienen “obligación” de informar a costa de lo que sea.
Pues yo también le doy la enhorabuena al periodista no premiado que supo elegir entre la fama y la humanidad. Gracias a ti por esta revelación.
ResponderEliminarY muchas gracias por tu felicitación por el nacimiento de mi última, por ahora, nieta Paula.
Un beso, Rafael
Elige, creo que has dado en el clavo. probablemente nuestro problema como sociedad es ir de mirones: Mira eso, fíjate, a ver si alguien hace algo...
ResponderEliminarGracias a ti, Teresa. Ya sabes que me alegro mucho de tu vuelta, aunque sea con más sosiego. Las carreras de fondo exigen un ritmo pausado. Otro abrazo para ti.
Capuchino, la foto desde luego es brutal.
NIP, ahí están la libertad y la debilidad humana jugando la partida del futuro.
Gran Visigoda, desde luego saber que alguien vive por uno (y las futuras generaciones que partan de ese alguien) es un tesoro impagable.
Fernando, estamos en camino, ¿verdad?. Otro abrazo para ti.
Fran, yo los miércoles también ando medio dormido y donde pone "camión" leo "bicicleta". Es broma. Un abrazo. Rafael
Militos, ahora a ejercer, que los abuelos tenéis muchas encomiendas.