lunes, 28 de junio de 2010
La máquina del tiempo
Una de las películas que me dejaron huella en la infancia fue “La máquina del tiempo” (The Time Machine); absurdamente traducida al español como “El tiempo en sus manos”. Basada en una novela de Hebert George Wells, cuenta cómo a finales del siglo XIX un científico inglés construye un aparato que le permite viajar a través del tiempo. Su curiosidad lo lleva a explorar el futuro, pues piensa que la humanidad habrá avanzado hacia el verdadero progreso. A lo largo de su aventura sufre diversas decepciones. Primero al contemplar el abandono de su casa en 1917, año en que la primera guerra mundial está desangrando Europa. Después llegará a 1940 y contemplará un bombardeo alemán sobre Londres. La siguiente parada será en 1966, justo antes de que una bomba nuclear arrase el lugar.
Desgraciadamente la humanidad no sólo no ha progresado, sino que ha utilizado el conocimiento para incrementar exponencialmente su capacidad de destrucción.
El viajero temporal David Filby (interpretado por Alan Young) avanzará hacia un futuro mucho más lejano, pues a su alrededor todo ha quedado cubierto por la lava surgida de erupciones volcánicas.
Finalmente se detiene en el año 802.701. El mundo ha recuperado la vegetación, y en él habitan unos hombres apacibles y aparentemente felices que se dedican a llevar una vida bucólica. Filby piensa que por fin la humanidad ha encontrado el verdadero camino, sin conflictos ni carencias. Sin embargo al contemplar cómo una muchacha cae accidentalmente al río constata que nadie mueve un dedo para ayudarla. Será él quien ante la mirada impávida de los presentes se lance al agua y rescate a la joven Weena (la guapísima Yvette Mimieux).
Esta indiferencia se le hará de nuevo patente cuando descubra que aquella gente sirve de comida a otros humanos que viven en las profundidades de la tierra. Nadie ofrece resistencia, nadie ayuda a sus semejantes.
También aquí y ahora podemos experimentar la sensación de Filby ante la pasividad de los otros hombres. Se muestran estudios, imágenes, pruebas varias de los crímenes que se comenten en los centros abortistas, y la inmensa mayoría de la gente permanece impasible. Si acaso volverán la cabeza ante unas imágenes que parecen de mal gusto. Aquí no hay guerra, sí caníbales. Abundan los bienes materiales, mientras los corazones permanecen helados. Cualquier ápice de inquietud ha quedado enterrado bajo la lava de la apatía. Hoy es 802.701 d.C.
A mí también me impacto mucho esta película cuando la vi de pequeña (muchas veces), y estoy totalmente de acuerdo con el paralelo que hace con el genocidio del aborto, no lo podría haber expresado mejor. ¡Gracias!
ResponderEliminarEl aborto un genocidio? quienes serian los asesinos los medicos abortistas? el perejil? las perchas? Asociar libremente es gratis pero es una asociación tan débil como estúpida. Por suerte en Argentina ya tenemos ley de interrupción voluntaria del embarazo y nunca mas nadie va a venir a criminalizar a una mujer. Esta película revela inconcientenemente lo que el autor vei en su sociedad de 1895, que algunos eran insensibles a el sufrimiento de los demás. SP
ResponderEliminarLo lamento mucho por ustedes y lo siento mucho por usted.
Eliminar