jueves, 13 de mayo de 2010

Sherpas


Su nombre nunca aparecerá en el libro de los Guiness, ni en las crónicas de las grandes gestas del alpinismo. Si perece escalando alguna cumbre, sólo los suyos lo recordarán. No habrá monumento, ni homenajes, ni galardones que lleven su nombre.

El sherpa porta a sus espaldas la carga mayor; cuanto más pesada, más se le valora. Cincuenta kilos, a veces más. Sin él no habría expedición posible, pero nunca dará una rueda de prensa ni tendrá el patrocinio de una marca importante.

También hay otros sherpas. En mi casa siempre hemos tenido uno; o más exactamente, una. Lo cierto es que nunca se notaba su trabajo, aunque sí sus efectos. Los demás cosechábamos todos los triunfos, mientras ella portaba la carga: vestíamos con ropa pulcra y planchada, comíamos alimentos sanos y cuidadosamente cocinados, disfrutábamos de un hogar confortable y limpio...

Recuerdo que en una ocasión nuestra sherpa se lesionó una mano y hubieron de escayolársela. Aquello era un inconveniente para la expedición porque nos obligaba a repartirnos muchas de las tareas domésticas que habitualmente ella realizaba. En una comida mi padre comenzó a servirnos a todos, levantándose para atender los fuegos y servir los platos. A mí aquello me incomodó bastante. ¡Cómo iba a dejar que mi padre anduviera de aquí para allá interrumpiendo su comida y atendiéndonos como un criado! De modo que yo le pedía que lo dejara y me ponía a hacerlo yo. Entonces reparé en algo que hasta entonces me había pasado inadvertido: mientras la sherpa había estado haciendo esas mismas faenas día tras día a lo largo de toda su vida, no les di la menor importancia. Era lo normal. Para eso estaba ella. Sólo cuando otro tuvo que ponerse manos a la obra me di cuenta de su existencia y dificultad. Hasta aquel momento si alguna vez hacíamos algo era porque “echábamos una mano a la sherpa”; como si cargar con el equipaje de todos nosotros fuera algo que le correspondía por obligación, cosa suya.

La sherpa ha cargado conmigo desde antes de que yo naciera, nunca se ha quejado por ello. Hoy le digo que sin ella jamás hubiera alcanzado ninguna de las cumbres a las que he subido. Gracias.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Sé de alguien(es) que le(s) ha(n) encantado... yo también tengo una sherpa en casa, tan especial y grande como su predecesora.. que el eleva el listón tanto que me agobia solo la sombra de su ejemplazo...

    Cada noche se conecta a ver qué cuelgas...

    ResponderEliminar